miércoles, 2 de noviembre de 2011

La guerra contra el abdomen de acordeón.

Como está por llegar el verano y el calor empieza a obligar a mostrar piernas y brazos, milagrosamente me avivé 3 meses antes que esto suceda y me anoté en Pilates (nuevamente) Este Pilates es distinto al de hace 1 año y medio atrás. Esto no es yoga ni nado sincronizado. Acá la hija de puta te mete peso y te hace hacer 100 abdominales rectos, 100 de cada costado, 100 círculos con las piernas, 100 círculos con las piernas pero para el otro lado, 100 de brazos y seguro en 1 semana me agrega 100 de otra parte del cuerpo que hasta el momento desconozco. Lo bueno de hacer 100 de cada cosa es que ya no sufrimos con el “5 más” “¡¡¡Dale, dale, no seas flojita, 8 más!!!” Lo peor no son esas frases sino qué hace mientras las dice. Mientras nosotras sufrimos en la camilla como sintiendo el volcán chileno largar lava en mi abdomen, la amada profesora habla de su fin de semana, se toma unos mates y jode con el resto de las profesoras que ¡oh casualidad! también se encuentran haciendo sufrir a otras mujeres en otro tipo de clase.
Conclusión: En 2 meses notás el cambio pero mientras ella charla y no hace un carajo, yo salgo del centro temblando cual gelatina al ser desmoldada; temblando cual finalización de un buen sexo; pero NO, no soy ni una gelatina de frutilla ni acabo de coger placenteramente. Acabo de hacer 300 abdominales y 200 trabajos de piernas en Pilates. SI, ¡Pilates!

Todo empezó en mi sesión de terapia. Soy una persona muy insegura de mis rollos y culo flácido, tal es así que llevé el asunto al diván y mi querida terapeuta (Que me dió el alta. Todavía no entendemos por qué pero deducimos que es porque se pudrió) me dijo:
-En la próxima sesión vamos a hacer un par de ejercicios para que te sientas mejor con tu cuerpo.
Odio que me dejen con la duda, por ende fui todo el regreso a casa imaginando esos ejercicios. Primero pensé que me iba a hacer caminar desnuda por una avenida con un cartel que dijera “Vivan los cuerpos y las mujeres reales”. Después me di cuenta que hacía frío para mis tetas y que mi terapeuta no me quiere ver presa, por ende no me haría hacer eso. También pensé que me iba a dar unos anteojos que distorsionan imágenes para poder ver mi cuerpo igual que el de Megan Fox y al resto verlos como los de Cuestión de Peso. No aguanté la incertidumbre de saber cual iba a ser ese ejercicio para sentime mejor con mí cuerpo y entonces me anoté en Pilates.

Las que hacemos Pilates tenemos que soportar a los pelotudos que te dicen
-Pilates es una boludes.
-Es lo mismo que el Yoga pero el Yoga es mejor.
-Vas a seguir siendo gorda.
-Pilates es re flojo.
¿Flojo? ¿Boludés? Vení vos a tirarte en una camilla y conocer, a través del sufrimiento, músculos que no sabías que existían, ¡la puta que te parió! Seguro son los mismos pelotudos que ven a una mina y la prefieren flaca. También deben ser los pelotudos que van muy cancheros al gimnasio a “hacer fierros” y levantan pesas con la cara de Travolta peinándose el jopo de Danny Zuko pero cuando las largan lloran internamente o llegan a la casa y se toman un relajante muscular.

La realidad es que elegí volver a la camilla para sufrir por el simple hecho que este año no me quiero esconder detrás de reposeras o sacarme la remera y que se vea el acordeón que tengo en lugar de abdomen; pero después recibí la hermosa noticia de que rindo los finales la primera semana de Marzo, así que estoy yendo a Pilates para quedarme todo el verano estudiando en casa. ¡OJO! Estudiando pero con abdominales y culo marcado.



Entonces creo que la idea de Pilates es sufrir como una gorda pastafrolera arrepentida mientras haces 300 abdominales para no ser un depósito de ravioles en el verano.