domingo, 1 de julio de 2012

La vida es una película hipster.


Después de mi larga ausencia, volver a escribir para el blog es como volver al colegio después de faltar durante 2 semanas porque la depresión era galopante y prefería quedarme en casa con lo poco de dignidad que me quedaba. Era volver y pensar en una excusa por tus faltas. Acá es más o menos lo mismo. Siento que tengo que explicar qué pasó a lo largo de todo este tiempo. El problema es ese. No paso nada. O si. No sé. Que se yo...

Es una paja darte cuenta que tu vida se torna como esa película hipster que miraste unas 23 veces y de la que ya sabés los diálogos.
Ir caminando por la calle con tu banda favorita como soundtrack, el sol dándote en la mitad de la cara, el otoño a medio irse y la gente con gorros y bufandas. Esperando ese mensaje que tampoco sabés si realmente lo esperás. Llega el mensaje y tampoco sabés si es lo que esperabas. Lo abrís, lo leés y lo eliminás de la casilla de mensajes de entrada.
Esa sería una linda metáfora sobre el último tiempo de mi vida.

Mi vida no recibió muchos cambios. Sólo unos kilos de más que rápidamente se fueron y rápidamente volvieron, volví a comprarme ropa para salir como lo hace el 99,99% de la población menor a 27 años y me compré un cubre ojos para poder dormir. Un cubre ojos que tiene ojos y pelito (Como el que usa la mamá de Matilda pero menos shokeante) Comprarte un cubre ojos para dormir significa dos cosas:
1) La edad te pegó muy mal y ya no podés dormir cuando se hace de día.
2) Te gusta comprarte cosas que no creés necesitar pero luego de haberlas comprado no podés seguir viviendo sin ellas.
Aunque pensándolo bien… si, recibió cambios. Volví a ese pasado patético por el que, en algún momento de la vida, pasamos todas las mujeres (además del dolor de ovarios en público y el frizz en los días de humedad). El chamuyo de un hombre. Chamuyo que a los 15 años te parecía un poema de Pablo Neruda pero a los 21 y con varios pelotudos en tu haber, el chamuyo suena menos creíble que los mensajes de paz y armonía que da Claudio María Domínguez. Chamuyo en el que jamás creí pero …

A veces creo que los 21 no son malos pero también creo que a los 16, por ejemplo, algunos aspectos de mi vida eran mejores. Como mis tetas, por ejemplo. Tenía buenas tetas y usaba remeras con inscripciones. Luego de un tiempo logré darme cuenta que si los flacos las leían, era porque primero me miraron las tetas. Bueno, eso era lo único bueno de mis 16 años.
En esa época usaba una remera que decía más o menos así: “¿Crees en el amor a primera vista? Sino vuelvo a pasar y vemos que onda” ¿EN QUE ESTABA PENSANDO? Bah, seguro no estaba pensando. Lo peor (o mejor, que se yo) era que me gané varios pibes gracias a esa remera.

Volviendo a las películas hipsters. Creo que todos nos sentimos reflejados con 500 days of Summer. La única pequeña diferencia entre mi vida y la película, es que yo sería Tom y Autum se perdió en el camino.
Es muy fácil decir “Yo fui Summer” “Yo puedo ser Autum” MENTIRA. ¡MEN TI RA! No es tan fácil ser Autum y la realidad es que tampoco sabemos si Autum era tan perfecta como te hacen creer. Participa sólo en los últimos 2 minutos de la película y tranquilamente puede ser más forrita que Summer o puede arrancar como un Tom mal herido y terminar como una Summer o al revés.

Tenemos la maldita costumbre de imaginar y esperar finales felices con lindas canciones de fondo. Por eso hace un tiempo que preferí dejar de imaginar y practicar con la vida real.
Fue una mierda. No se si volvería a intentarlo. Tampoco fue tan mierda. Pudo ser peor. Tampoco sé QUE TAN PEOR. Obvio que siempre hay alguien que la pasa peor (Hay gente que muere; otra a la que ahora le están robando el auto; o que pierde al perro; que el gato le araña las bolas mientras duerme; que coge y después no le viene) SIEMPRE SE PUEDE ESTAR PEOR. Eso siempre lo dicen las madres, y las madres siempre tienen razón. La mía sobretodo. Odio que la mía tenga la razón. No sé si es porque el budismo le implantó un tercer ojo o porque los años de experiencia le dejaron huellas. Por lo que sea. Siempre tiene razón. Punto.
Como toda protegida de mamá que soy, la palabra de mi madre es más poderosa que la de… ... … No se me ocurre otra persona con palabras poderosas, perdón.
Mi madre cree ser una madre judía sin ser judía. Lo dice por lo rompe bolas. Yo también lo creo, por eso preferí dejar de contarle sobre mis “intimidades amorosas” así puedo vivir el último tiempo que me queda de juventud sin importar lo que ella diga.
Lo intenté, lo juro. No funcionó. Le conté un par de cosas, ella me dio su opinión y yo hice como que le daba importancia y me fui a no hacerle caso. Después de unos días terminé de caer en que las madres tienen razón y que si yo no me hubiese hecho la capa, seguro mi lista de “Citas de mierda que prefiero eliminar de mi vida” no se hubiese seguido llenando.


Continuará…eso creo.

martes, 1 de mayo de 2012

Las mañanas tiene ese qué sé yo espantoso.


Soy de esas personas que sufren si no duermen hasta pasadas las 10 am. Me puedo despertar más temprano pero realmente me cuesta. En verano es algo que puedo superar rápidamente pero cuando el odioso invierno da sus primeros pasos, la cosa se pone imposible.

Intenté de todo para despertarme más temprano.
-Poner el despertador, como lo hace el 99,99% de la población. No funciona, lo apago y sigo durmiendo (eso también lo hace el 99,99% de la población).
-Poner el despertador y el celular. Apago el despertador y silencio el celular.
-Poner sólo el celular. Lo apago ni bien empieza a vibrar.
-Poner el despertador en la puerta de mi cuarto, así me levanto con un humor de mierda para correr, apagarlo y volver a la cama.

TODAS esas cosas han funcionado alguna que otra vez, no siempre, claro.
Lo peor de las mañanas del invierno es pasarla como el orto viendo por la ventana el cielo oscuro, como si fuese de noche pero, por el horario, debería estar soleado y los pájaros deberían cantar muy muy fuerte hasta explotar.

Las mañanas del invierno me recuerdan a esas mañanas tan odiadas donde tenía que ir al colegio. Mañanas frías donde mi madre salía a calentar el auto, mientras yo inventaba excusas para no ir al colegio y quedarme viendo El autobús mágico.

Hace un par de semanas tuve que despertarme a las 6 (¡SEIS!) de la mañana para salir a hacer mi documento. Me desperté sin problema alguno y arranqué la mañana sintiéndome madura y responsable. Volví a usar mi técnica de cambiado adentro de la cama. Es una técnica que sirve para no enfrentarte tan de golpe al frío matutino y no sufrir desde tan temprano. Desayuné y corrí con el viento en la cara hasta la parada del colectivo. Ese día recordé por qué odio los colectivos y más por la mañana. La gente comprimida, la mezcla de olores, perfumes y desodorantes, el humor del que se despertó con el pie izquierdo (nunca pude entender que tiene de malo apoyar primero el pie izquierdo a la hora de salir de la cama), los bolsos que chocan tu cara y esa gente que tiene ganas de dormir sobre tu hombro.

Matar el tiempo en el colectivo es complicado. Si el colectivo es una gran lata de feas y verdes arbejas y vos sos una de ellas, es casi imposible sacar el celular y que no te lo roben. Es imposible sacar un libro, terminar una página y pasar a la siguiente sin que nadie te odie. Por eso mi hobby a la hora de matar el tiempo, en medio de la multitud de pasajeros, es inventarle una vida a cada uno de ellos.
En algunos casos la cara lo dice todo. El de ropa blanca y mochila al hombro es un futuro médico que no duerme hace 25 meses para poder sacarse más de 4 en un examen.
El que se agarra del pasamanos y apoya su cara sobre el brazo colgante es un infeliz que debate su vida en los silencios de su cabeza. Si éste tiene más de 20 y menos de 25, su novia es una neurótica que le pide motivos hasta del aire que respira o quizá se enamoró de otra con mejor culo y no sabe como informarle al culo fofo que tiene en su casa, que quiere terminar la relación. Si tiene más de 25 pero menos de 30, su trabajo no es el que esperaba al terminar la facultad, su jefe le rompe las pelotas hasta las 7 pm y no ve la hora de: A) Conseguir algo mejor y que la jefa sea un minón. B) Renunciar y ver que pinta de la vida o C) Pegarse un tiro en bolas o que choque el bondi y morir al instante. Claramente nunca correrá con tanta suerte y seguirá con su infeliz vida hasta que lo echen y vuelva a ser infeliz en otro trabajo. Los mayores de 35 tienen tantas responsabilidades en su cabeza que no tienen ni tiempo para sufrir en el colectivo.
También es obvio quien va a tirar a boludo cuando suba el primer necesitado de asiento y quien va a ser la vieja que va a gritar “¡EL ASIENTO POR FAVOR!” para que alguno de esos boludos sienta vergüenza de vivir y le dé el asiento al que le corresponde.
Siempre esta el viejo verde que va a cobrar la jubilación y de yapa mira los culos del colectivo. Culos que pueden ser de sus nietas o amigas de sus nietas pero NUNCA de chicas jóvenes que van a querer estar con él.
Si hay un pasajero que me molesta sobremanera es el que se cree lindo y no para de mirarse en el espejo de la puerta. Pone distintas caras, se peina en cada frenada que da el colectivo y mira a las chicas con una mirada que pide a gritos que le guiñen un ojo, le tiren un beso, le pasen su número, le toquen los abdominales o todas las anteriores.
Algo fuerte es esa gente que tiene un radar detector de iglesias y sabe perfectamente cuando tiene que hacer la señal de la cruz. Esta de espaldas a la iglesia Y SABE QUE ATRÁS DE ÉL HAY UNA. Es increíble, asombroso. Son capaces de soltarse con las dos manos, caerse pero hacer la señal de la cruz. Nunca leí la biblia pero quizá, entre alguna de sus tantas hojas con nombres rarísimos que solo gente especial recuerda, hay un párrafo dedicado a esos que si o si deben hacer la señal de la cruz o Dios los castigará dándole nubes poco acolchonadas. Sino no se explica.

Cada día estoy más segura de que, si sacas el celular en el colectivo, la persona que tengas al lado va a hacer hasta lo imposible para poder leer lo que escribís. Cada día estoy más segura porque yo hago lo mismo y no pienso dejar de hacerlo.
Algo que nunca voy a poder hacer es leer la Guia T. El que sabe leer la Guia T tiene un super poder y todavía no se dió cuenta. Poder que tranquilamente debería compartir y dejar de ser egoísta merecedor del sufrimiento de todos aquellos que viaje a viaje seguimos intentando entenderla.

domingo, 25 de marzo de 2012

Volví gracias al duende de la cerveza.


El Sábado 17 me tocó festejar San Patricio pero sin querer. Nunca me había pasado. Nunca había sido parte de esos eventos y festividades “importantes” que llegan al país simplemente por marketing. Este año me tocó perder la virginidad y fue gracias al cumpleaños de Lauto… aunque la mayoría de los invitados nos enteramos que era San Patricio unas pocas horas antes de acudir al cumpleaños.

Desde la tele uno lo ve como, según dicen, “La fiesta del descontrol” El momento ideal para chupar sin limites y asegurarte un daño severo en el hígado. Algunos medios te lo venden como el punto de encuentro para conocer gente de otros países, nuevas culturas y, hasta por qué no, conocer el amor. La realidad que pude vivir fue totalmente distinta. Sí, ni bien me bajé del auto una botella de gaseosa cayó del cielo. La gente ya caminaba torcido y desde Google Earth se veían manchas en movimiento por el centro porteño que en realidad eran multitudes de personas que se movían por las calles para buscar bares con la cerveza a menos de $80 el 1 ½ litro.
El único descontrol que pude ver fue el de un flaco que parecía muerto pero en realidad vivía e iba cambiando de poses al dormir en la esquina de Paraguay y Reconquista. Adoptaba forma fetal, gusanito y hasta la pose de Jesús crucificado (Que dicho sea de paso, es lo más cerca que estuve de la religión en lo que va del año). No vi ningún vómito, ni chicas con las medias rotas ni flacos con olor a borracho de colectivo a provincia que se viniera a hacer el banana. Creo que en ese sentido me siento bastante afortunada.

Como siempre, Buenos Aires no se caracteriza ni por el obelisco ni por el tango ni por las mujeres, sino que se caracteriza por las calles cortadas. Aunque esta vez no por protestas ni miembros de algún partido quilombero que sólo tienen ganas de cortar la calle y cagarte el día laboral, sino que por grupos de fanáticos de los duendes y la moda irlandesa. Había más pelotudos con gorros verdes y barbas naranjas, que personas intentando robarte la cartera. Esas personas con gorros, barbas y tréboles seguramente nunca leyeron nada sobre la cultura irlandesa y tampoco te pueden ubicar Irlanda en un planisferio pero con tal de tomar cerveza se disfrazan de conejita Playboy en La villa 31. Además, por ahora no se necesita saber sobre la cultura de ningún país, región o religión para tomar alcohol hasta llegar al coma.

Antes de salir de casa, mi madre me dijo unas cinco o seis veces -¡Tené cuidado! En San Patricio pasa de todo- Según se comenta entre los grupos de amigos, es algo muy común en las madres. Te advierten sobre fiestas multitudinales pero si vas a Cabildo a las 12 del mediodía sólo te responde “OK”.

No estoy en contra de las fiestas marketineras. Todo lo contrario. Pasa que soy de las que le copa festejar esas cosas pero a la vez soy de las antisociales que sólo lo mira por la tele. La que detesta salir a la calle el 24 de Diciembre a la noche. La que el 1 de Enero prefiere quedarse comiendo los postres de la cena del 31 y la misma que es alérgica a las plumas del carnaval.

viernes, 23 de diciembre de 2011

Crónicas de una navidad anunciada.

Llega fin de año y la gente se pone poco tolerante y pelotuda. Bolsas gigantes golpean tu cuerpo para abrir camino en el shopping; mujeres compiten por quién agarra primero la última remera talle M; los empleados atienden como el culo (como siempre, pero en esta época es peor) porque "están con miles de cosas a la vez" y los nenes parecen tranquilos porque los padres los amenazan con que Papá Noel no va a llegar este año si se portan mal pero todos sabemos que los papás ya se gastaron medio sueldo en ese juguete que en 2 meses termina roto o solo y abandonado como Woody de Toy Story.

De chicos las fiestas estaban geniales porque existía Papá Noel que nos traía cosas muy copadas y jugábamos toda la noche con los primos a prender estrellitas y sentirnos poderosos por esos pocos segundos que duraba "el fuego".
De grandes la cosa se complica porque hay que bancarse al tío copeteado; a la abuela sensible porque es fin de año y estamos todos reunidos; la prima en plena pubertad se torna insoportable y te tenés que fumar sus historias de mierda que para ella son más que geniales; los primitos con demasiada azúcar en sangre corren por todos lados y colapsan la paciencia; el tio boludo que al abrir la botella de champagne quiere jugar a "¡a ver quien se casa!" y las tias solteronas se hacen las boludas pero sueñan con que ese corcho caiga sobre ellas; el primo que se cree Bin Laden y prende petardos como si estuviese en plena tercera guerra mundial; la que se hace la boluda a la hora de lavar los platos; el familiar que siempre te regala lo mismo; la tia abuela que regala esmaltes del chino porque -nena, a vos estos colores te quedan maravillosos-; la que regala las bombachas rosas para que este año sea con amor (Hace 20 años que me regalan bombachas. El amor viene con delay. O quizá se refiere a amor de brownie con helado); el que empieza a llamar desde las 9 porque después no se puede comunicar; el menor de la familia que empieza a investigar sobre la existencia de Papá Noel; el que pone Crónica para tener la hora exacta; el nene que se caga en la hora de Crónica y pregunta -¿Cuanto falta? ¿Ya llegó? ¿Viene volando o en el 60?- Y siempre, pero SIEMPRE esta la conchudita que a las 23:45 les informa a todos los mini-creyentes que Papá Noel son los padres y ahí mismo empiezan los traumas que terminan en horas eternas de divan.
Ese fue mi caso. El 24, minutos antes de la llegada del gordo barbudo, la muy turra de mi hermanastra me informó que Papá Noel no era real. Yo estaba cantando y pidiendo a gritos la llegada del auto de Barbie y la muy forra me dijo que ¡no era real! 7 años. Siete años y una conchudita de alma me caga la ilusión. Después pasé a tener 2 sesiones de terapia por semana y a desconfiar hasta de Coca Cola y sus propagandas navideñas.

Este año en mi casa somos más de 20. ¡MÁS DE VEINTE! O la familia se reproduce como Gremlins o adoptamos africanitos y nadie avisó nada. Todo es genial y la navidad te aflora por los poros hasta que te toca cocinar. Te ven cara de Doña Petrona y te embocan todos los alimentos. Por lo general las abuelas se encargan de eso mientras que el resto se encarga de engordar 3 kilos por minuto. Mi abuela ya murió y la realidad es que no cocinaba como todas las abuelas. Cocinaba bastante mal. Me vino fallada y sin garantia. Madre heredó ese don aunque en el último tiempo, y con varios programas de Utilisima en su haber, aprendió a encender el horno y a cocinar.
Las fiestas son como las dietas en las que decis "Arranco el Lunes" y llega el Lunes y seguis morfando como bulímica con alzheimer. En el caso de las fiestas siempre decis "Voy a hacer todo 2 semanas antes y cocino el día anterior así el 24 estoy tranquila". Llega el 24 y mágicamente recordás que Papá Noel sos vos pero con menos kilos, que prometiste la mitad de la comida y que en la heladera sólo tenés tuppers llenos de cosas que no sabés si lo verde es parte del alimento o es algo nuevo que le creció con el tiempo.

En mi casa las fiestas son comerciales. Con madre decoramos toda la casa y pasamos a vivir 1 mes en Alparamis. Árbol de casi 2 mts, escaleras llenas de guirnaldas de pino, los espejos con esas gelatinas decorativas en forma de muñecos de nieve, estrellas y "Merry X-Mas!", un perro gigante que canta y baila canciones de navidad y los perros, reales, con vinchas de renos. Quizá sea mucha decoración pero si esto fuese una película de programación navideña de Canal 13 seguro ganaríamos el premio a la mejor casa navideña del barrio.

Dicen que hay rituales para después de las 12. Rituales fuera de salir, emborracharte y terminar con dos gorros de Papá Noel en lugar de corpiño. Rituales para traer plata, amor, felicidad, trabajo y hasta, si tenemos suerte, un unicornio con cola de arcoiris. Me enteré de estos rituales cuando tenía 15 años. Los dejé de hacer hace 3. Los dejé porque me ocupaban tiempo e ilusiones en el alma. Obviamente, siempre me sale la Susanita y pienso en el amor a la hora de los deseos.
Me dijeron de:
*El saludo de las 12 tiene que ser a un hombre. Siempre salto sobre mi tio fingiendo cariño y lo lleno de besos.
*También dicen que tenés que usar algo rojo. Una navidad llegué a estar igual a Po de los Teletubbies.
*Después dicen que tenés que comer 12 pasas de uvas con 12 deseos que quieras para que se cumplan por mes. Primero: el conchudo que hizo ese ritual trató de hacer una joda y se la tomo muy en serio. ¡¿PASAS DE UVAS?! Las pasas de uvas son una falta de respeto a la vida. Segundo: 1 deseo por mes, en total 12 deseos. 12 deseos que no dependen de las pasas de uvas porque si todo dependiera de ellas, las pasas ya hubiesen dominado el mundo.

Sea como sea, a mi en particular las fiestas me gustan, sobre todo el momento de comer y decorar la casa.
Lo que no me gusta es la pelotudez humana en estas fechas donde creen que está re bueno etiquetarte en fotos con animales, que no tienen un puto que ver con la navidad, con gorritos de Papá Noel y frases de buenos deseos. Te escriben en tu muro cosas que copian y pegan y que tienen 500 íconos que ni siquiera sabías que alguien los había diseñado. Más aún odio al que intenta llamarte a las 12 sabiendo que detestas profundamente hablar por teléfono. Además intentan e intentan pero nunca lo logran porque seguro hay 15.000 pelotudos más haciendo lo mismo pero sólo hay 1 que logró lo que quería.
Por mi parte sólo le voy a pedir a Papá Noel que los pantalones me entren después del 1 de Enero.

lunes, 5 de diciembre de 2011

La vida 2.0

Como ya todos saben, soy una persona muy tímida y colgada a la hora de planear salidas pero últimamente, hace 2 fines de semana que vuelvo de madrugada, paso el día sin dormir y al día siguiente tengo que juntar los restos de joda que deja la juventud en mi cuarto.

La idea de ir a bailar no es de mis favoritas. La realidad es que siempre la paso como el orto. El ser bajita me deja a la altura justa de la transpiración humana. La gente no te respeta y al pasar te apoyan sus axilas húmedas en la cara y de esa forma te vez obligada a: A) Correrte y dejar pasar al forro con olor a pizza de fugazzeta o B) Putearlo por llenarte de cebolla la cara…
El ser petiza también juega en contra a la hora de llevar el trago entre la multitud. Siempre termino con olor a borracho de colectivo por culpa del que me tiró media cerveza encima porque “no me vio”. Además, tirar cerveza es pecado! Podes joder con coger, tener hijos y no bautizarlos pero con tirar cerveza no se jode.
Algo que no se puede hacer en los boliches, pero que todo el mundo intenta, es hablar. Todos queremos hacer algún que otro comentario al que todos van a responder con un “si, totalmente” pero jamás lograron escuchar con exactitud. Responder con un si o no a esos comentarios puede traer muchos problemas. Quizá te estaban ofreciendo cometer un crimen e ingenuamente respondiste que si. Quizá te decían de ir a su casa a “ver una película” y respondiste que no. Pero el problema está en que si respondés más de 2 veces con un “No te escuche, ¿qué dijiste?” no sólo vas a quedar como un sordo pelotudo sino que también te van a mandar a cagar o directamente no te van a decir nada más.
Todo eso me pasó en una fiesta a la que fui uno de estos Viernes. Una fiesta a la que supuestamente no fui invitada pero era pública. Una fiesta donde el sentimiento post “fiesta” fue compartido con el 90% de los integrantes de la misma. Ese 90% no pasó más de 2 horas en el antro con música estilo asalto de los 90’, muchos se quedaron dormidos, el alcohol pegó 1 hora tarde, cuando ya estaban en sus camas, y otros, los conscientes e inteligentes, llegaron, saludaron y se fueron antes de pasarla como el culo. Resumiendo: La pasé bastante mal pero con todo el calor que hacía debo haber bajado unos 5 kilos. El tema es que no se nota.

El sábado me di el gusto de estrenar mi cuarto después de 6 meses encerrada en el mismo. Fue un sábado muy Skins. Éramos 23 personas y el alcohol no entraba en la heladera. Mi heladera nunca estuvo tan llena, ni siquiera con comida. Fue como una fiesta vip de twitteros pero de los buena onda. Mis ventanas fueron el sector futuros enfermos de cáncer de pulmón y el centro estilo “autoayuda” donde algunos contaron anécdotas como: La primera paja y la foto que usar para ella; su oculto fanatismo por Gilda y que grasadas hicieron por amor.
Como ese sábado no nos bastó, hicimos algo el viernes y domingo siguiente. Últimamente veo más a los chicos de la red social que a mi propia familia.
El domingo los twitteros entraban a mi cuarto de la nada, sin ser esperados. Mi cuarto era como el departamento de Mónica y Chandler.
Madre les quiso ir abriendo la puerta a cada uno de los que iban llegando para ver que no me junte con narcos o gente sin dientes o que no sean pedófilos encubiertos. Es que toda madre desconfía de la gente de Internet. Es más, algunas deben pensar que Mark Zuckerberg es un asesino en serie que roba información para después hacerse millonario, secuestrarte y matarte. Aunque mi madre se suscribió a la cuenta del judío oportunista de Zuckerberg para seguir todos sus pasos por la red social azul.

Yo creo que el viernes fuimos parte de una película sobre adolescentes Yankees, no hay duda alguna. Todo fue bastante bizarro y exagerado… de parte de una vecina.
Todo arrancó en una terraza. Sin luz en el edificio y 30° en plena noche. Hace 20 años la gente podía vivir sin aire acondicionado pero hoy en día la tecnología nos hace asquerosos y dependientes de ella por lo que estar sin aire nos obligó a estar en una terraza muy copada que pedía a gritos nuestra presencia. A gritos los vecinos nos pedían que bajáramos el volumen de nuestra voz, que dejáramos de reír y si era posible, también de respirar.  La realidad es que no estábamos gritando, la acústica del ambiente era demasiado buena y ellos nos escuchaban con demasiada perfección.
A lo que iba con que fue una noche bizarra y exagerada es que algunos vecinos parecían pacientes escapados del Borda. Una vieja en lugar de gastar su tiempo durmiendo, mirando a la Canosa en su horario de madrugada o jugando a “hágalo usted misma” gastó su tiempo en espiarnos desde el balcón con un camisón blanco bastante largo, los pelos despeinados y raquítica como el traba de obedece a la morsa. Por un momento pensé que era Linda Blair versión Caballito. La mina no sólo nos dió charla y nos contó sobre su vida de mierda mientras le mandaba saludos a nuestras madres sino que también se tomó el tiempo de abrir la bolsa de Rolitos y tirarnos un par. Si nos tiraba el hielo 1 hora más tarde nos servia para el fernet pero no, fue una desconsiderada, encima que tiró hielo, el hielo es agua y el agua es un recurso cada vez más valorado estos días, pero nos lo tiró muy temprano y no le pudimos dar utilidad. También nos tiró un balde de agua y ¡hasta una banana! Niños muriendo de hambre y la vieja mal cogida nos tira una banana…
Como eso no logró su felicidad nocturna, también quiso cumplir con su fantasía sexual y llamó a la policía, los invitó a pasar a su casa y desde el balcón vimos una luz blanca. Por un momento pensé que me había llegado el tan de moda ACV y que estaba muriendo. Pensaba seguir la luz blanca para ver si Dios era real pero después escuche un “Eh gato, váyanse a dormir. Somos la policía” La policía no sólo hablaba como los padres de los Wachiturros sino que también se tomaron el tiempo de discriminar y nos llamaron “mogólicos”.

Vale aclarar que estábamos alrededor de 5 edificios de 10 pisos cada uno y sólo una vieja se quejó. Otro cambió las sábanas unas 3 veces y la vecina de enfrente se puso a trapear la casa a las 6 am totalmente desnuda. Fue como estar viendo Gran Hermano en vivo.

Después de tener tanta gente en mi cuarto me da miedo que la super-tecnología haya llegado a ellos y que me pongan cámaras secretas por todo mi cuarto. Es uno de mis mayores miedos… Quizá tenga que volver a terapia para poder tratarlo o quizá tenga que aprender a sacarme el corpiño sin pelar tetas, por las dudas, uno nunca sabe cuando realmente la están espiando... Por las dudas tendría, que dejar de bailar Britney Spears arriba del sillón.
La visión del Señor @mattlock_ desde el sector futuros enfermos de cáncer de pulmón.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

La guerra contra el abdomen de acordeón.

Como está por llegar el verano y el calor empieza a obligar a mostrar piernas y brazos, milagrosamente me avivé 3 meses antes que esto suceda y me anoté en Pilates (nuevamente) Este Pilates es distinto al de hace 1 año y medio atrás. Esto no es yoga ni nado sincronizado. Acá la hija de puta te mete peso y te hace hacer 100 abdominales rectos, 100 de cada costado, 100 círculos con las piernas, 100 círculos con las piernas pero para el otro lado, 100 de brazos y seguro en 1 semana me agrega 100 de otra parte del cuerpo que hasta el momento desconozco. Lo bueno de hacer 100 de cada cosa es que ya no sufrimos con el “5 más” “¡¡¡Dale, dale, no seas flojita, 8 más!!!” Lo peor no son esas frases sino qué hace mientras las dice. Mientras nosotras sufrimos en la camilla como sintiendo el volcán chileno largar lava en mi abdomen, la amada profesora habla de su fin de semana, se toma unos mates y jode con el resto de las profesoras que ¡oh casualidad! también se encuentran haciendo sufrir a otras mujeres en otro tipo de clase.
Conclusión: En 2 meses notás el cambio pero mientras ella charla y no hace un carajo, yo salgo del centro temblando cual gelatina al ser desmoldada; temblando cual finalización de un buen sexo; pero NO, no soy ni una gelatina de frutilla ni acabo de coger placenteramente. Acabo de hacer 300 abdominales y 200 trabajos de piernas en Pilates. SI, ¡Pilates!

Todo empezó en mi sesión de terapia. Soy una persona muy insegura de mis rollos y culo flácido, tal es así que llevé el asunto al diván y mi querida terapeuta (Que me dió el alta. Todavía no entendemos por qué pero deducimos que es porque se pudrió) me dijo:
-En la próxima sesión vamos a hacer un par de ejercicios para que te sientas mejor con tu cuerpo.
Odio que me dejen con la duda, por ende fui todo el regreso a casa imaginando esos ejercicios. Primero pensé que me iba a hacer caminar desnuda por una avenida con un cartel que dijera “Vivan los cuerpos y las mujeres reales”. Después me di cuenta que hacía frío para mis tetas y que mi terapeuta no me quiere ver presa, por ende no me haría hacer eso. También pensé que me iba a dar unos anteojos que distorsionan imágenes para poder ver mi cuerpo igual que el de Megan Fox y al resto verlos como los de Cuestión de Peso. No aguanté la incertidumbre de saber cual iba a ser ese ejercicio para sentime mejor con mí cuerpo y entonces me anoté en Pilates.

Las que hacemos Pilates tenemos que soportar a los pelotudos que te dicen
-Pilates es una boludes.
-Es lo mismo que el Yoga pero el Yoga es mejor.
-Vas a seguir siendo gorda.
-Pilates es re flojo.
¿Flojo? ¿Boludés? Vení vos a tirarte en una camilla y conocer, a través del sufrimiento, músculos que no sabías que existían, ¡la puta que te parió! Seguro son los mismos pelotudos que ven a una mina y la prefieren flaca. También deben ser los pelotudos que van muy cancheros al gimnasio a “hacer fierros” y levantan pesas con la cara de Travolta peinándose el jopo de Danny Zuko pero cuando las largan lloran internamente o llegan a la casa y se toman un relajante muscular.

La realidad es que elegí volver a la camilla para sufrir por el simple hecho que este año no me quiero esconder detrás de reposeras o sacarme la remera y que se vea el acordeón que tengo en lugar de abdomen; pero después recibí la hermosa noticia de que rindo los finales la primera semana de Marzo, así que estoy yendo a Pilates para quedarme todo el verano estudiando en casa. ¡OJO! Estudiando pero con abdominales y culo marcado.



Entonces creo que la idea de Pilates es sufrir como una gorda pastafrolera arrepentida mientras haces 300 abdominales para no ser un depósito de ravioles en el verano.

domingo, 16 de octubre de 2011

No le den drogas a la pubertad.

Hace 1 semana y unos días - varios - fui al Konex para ver Onda Vaga. Una banda que a mi me gusta mucho pero algunos dicen que son enviados de Dios por sus barbas y pelos largos.
Hasta no hace tanto tiempo, era un grupo que subían al escenario descalzos, con la primera remera sucia que encontraban en la casa y no eran sex symbols. Todo hasta que radio Disney empezó a hacer sonar sus temas y todas, las que hasta hace 5 meses eran fans de Casi Ángeles, empezaron a sentir amor por “el que toca la trompeta”, “el lindo de barbita” y demás apodos que les van poniendo a los integrantes. La realidad es que estas chicas son púberes con las hormonas totalmente revolucionadas y cualquier cosa fuera de Cris Morena y el Gran Rex pasa a ser “lo prohibido”. Hasta hace 5 meses le decían “rocanrolear” a “coger” y creían en que los viajes en el tiempo son RE posible. El día del recital me dio ganas de volver en el tiempo y ver a Onda Vaga sin esas púberes. Por momentos me sentí en el recital de Justin Bieber. Las pendejas gritaban como si estuviesen viendo a los Backstreets Boys usando la remera de Argentina mientras bailan sexymente “Get down” y movían la pelvis. Bueno, acá nadie movía la pelvis, ni usaba camiseta de Argentina ni tiene un tono de voz bastante femenino.

El recital no solo parecía la salida de la primaria privada del barrio sino que también tenía un estilo ritual umbanda. Los menores de 18 se pasaron de brownies mágicos y abrían círculos entre el público para meterse en el centro, tirarse en el piso, gritar y arrodillarse mientras fingen alabar al transa que le vendió el porro al cocinero mágico. Hacer un círculo dos o tres veces es aceptable pero si lo haces 2 o 3 veces por tema sos merecedor de una intoxicación por prensado paraguayo. Claro, ellos se debían sentir muy rebeldes. Se debían sentir protagonistas de un capítulo de Skins pero los de afuera, los normales y “sobrios”, lo veíamos como una nota de Facundo Pastor para America Noticias.

Algunos desubicados ya hicieron un club de fans y hasta llevaron la bandera para tirarla sobre el escenario y pedirla de nuevo. Los chicos de Onda Vaga se debía sentir como Axel Rose de los 90’.

Como en todos los recitales, la paso como el orto gracias a mi altura. Mis gemelos arden al segundo tema gracias a intentar ver haciendo puntitas de pie…nunca funciona. No sólo soy petiza sino que también soy lo que las viejas llaman “de huesos chicos” Eso es lo mismo que decir “Te hicieron sin ganas, en un cortito o te falto alimento en los 3 primeros años de vida”. Entonces al ser “de huesos chicos” el pogo abusa de mi y me lleva para todos lados, nadie me ve y cuando me ven se ríen y dicen “¡¡Uh, no debes ver nada!!” Como si fuese gracioso hacer comentarios obvios! Esta vez tuve suerte y se ve que el Dios del prensado paraguayo escuchó las alabanzas de los púberes drogados y me ayudó a perderme en el pogo pero mágicamente a aparecer al lado de mi grupo.
Envidio profundamente a esas conchuditas que pesan medio kilo y los novios las levantan en los hombros y ellas ven perfecto mientras yo las tengo adelante con su raya del culo en primer plano. Las envidio insanamente no por el novio (milagrosamente) sino porque les pueden hacer upa y durar más de medio tema en los hombros del flaco sin que este se queje o le empiece a doler la cadera. Yo seré de huesos chicos y mediré poco pero las harinas generan kilos y esos kilos son mucho peso para los hombros de un hombre. Igual nunca me hicieron a upa en un recital… nunca tuve a nadie para que me haga upa en un recital… El día que tenga un chico para que me lleve a un recital y me haga upa voy a procurar bajar 10 kilos…o que esté entrenado.